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Bien podemos decir que, allí donde percibimos una imagen como significativa, de alguna manera estamos frente a una comprobación fáctica (ver colección HIERROS) de la definición que Aristóteles nos dejó, sobre todo en su Física, de forma.

Forma no habría de ser más que “la actualidad de lo que era potencialmente” o, mejor dicho y como Tomás de Aquino parafraseó eficazmente, “aquello que la cosa habría de llegar a ser” (ver PEREGRINOS). 

 

Más allá de refinamientos de carácter filosófico, en la forma se resuelve, es decir se hace significativa, la profunda relación que cada ente establece con el tiempo. Más allá de refinamientos filosóficos, además, bien podemos concluir: en la imagen se resuelve, es decir se hace transparente, la profunda relación que cada ente establece con el tiempo.

Las imágenes fotográficas de Pablo Burgos, en este sentido, parecen disponerse como la comprobación fáctica, por no decir testimonial, de la reflexión de Rudolf Hermann Lotze con la que Walter Benjamin inaugura su segunda tesis sobre el concepto de historia (ver PUENTES): “Una de las peculiaridades más notables del espíritu humano es, al lado de ese egoísmo tan grande del individuo, la general falta de envidia (ver FERIA) de cada presente respecto a su propio futuro”. Y, aún más, la comprobación fáctica de la conclusión de Benjamin al respecto: “Esta reflexión [la de Lotze] implica que la imagen de felicidad que custodiamos (ver TEATRO) en nosotros está del todo impregnada por el color del tiempo (ver CIUDAD) en el que el curso de nuestra existencia nos ha confinado”.

En otras palabras, en las imágenes fotográficas de Pablo Burgos, en esa imagen de felicidad, resuena ineliminable la idea de redención (ver TRABAJADORES). Aquello que la cosa habría de llegar a ser.

Alejandro Burgos Bernal

Curador de Arte Contemporáneo

© 2018 by Pablo Burgos.

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